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Carta de José María Cordova a Simón Bolivar

  

Se reporta fielmente el texto de la carta de José María Cordova escrita hacia Simón Bolívar en fecha 21 de Septiembre de 1829. Se hace notar que muchos modismos de escribir de aquella época son considerados como errores ortográficos en la actualidad pero en aquel entonces eran aceptados y muy comunes (ejemplo escribir "gefe" en lugar de jefe o "espresar" en lugar de expresar). El original de la misma reposa en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, ubicada en la Calle 11 No. 4-14, La Candelaria, Bogotá a la cual agradecemos por su colaboración, y ¡por primera vez se publica el texto integro de esta maravillosa carta de nuestro prócer en internet!



 REPUBLICA DE COLOMBIA.
COMANDANCIA EN GEFE DEL EJÉRCITO DE LA LIBERTAD

Medellín Setiembre
21 de 1829

EXCELENTISIMO SOR. LIBERTADOR SIMON BOLIVAR
Señor.

Es penetrado del más justo respeto, y poseído de un profundo sentimiento que me dirijo a V. E. para manifestarle la resolución que he tomado impelido del honor, y los motivos que he tenido. Largo tiempo combatido mi espíritu por ideas contrarias, que chocándose entre sí mantenían mi juicio en suspenso; yo me dejaba arrastrar del torrente de las circunstancias, esperando a que el curso de los hechos, ilustrando mi razón, descubriese la senda por donde el deber me ordenaba dirijir mis pasos. Lleno mi corazón de gratitud hacia el primero, de los Libertadores de mi patria: entusiasta admirador del mérito; idólatra de la libertad del pueblo; y sincero defensor de los principios: yo he sufrido, Sor. Exmo, un largo y penoso conflicto para decidirme en la materia más importante que hoy puede presentarse a colombiano, esto es: decidir de cuáles son las intenciones de V.E. con respecto al gobierno de Colombia ; ó lo que es lo mismo: si continuando la República bajo el actual gobierno de V.E. recuperará o nó su antigua libertad. Como esto no debe inferirse sino de la conducta política de V.E. es de ella que mi reflexión se ha ocupado.


Yo examino las protestas y los juramentos de V. E. solemnemente prestados en los congresos de Guayana y Cúcuta, las opiniones espresadas en sus escritos, sus manifestaciones de desapego al mando, y las repetidas renuncias de la primera magistratura; y no hallo en todo esto sino el modelo de un perfecto republicano: amor y respeto a los principios: una veneración religiosa: por las leyes; y un odio decidido contra el gobierno monárquico. Los procedimientos de V. E. en la primera época de su carrera política, que yo cuento hasta su dictadura en el Perú, no parecen desmentir sus juramentos. Esta conducta que cautivó la admiración y el afecto no solo de Colombia, sino de la América y del mundo entero, no permitía ni aun a los más desconfiados sospechar cosa alguna de las ideas republicanas de V. E.: ella había hecho tal impresión sobre mi espíritu, que cuando los hechos posteriores de V. E. alarmaron a los republicanos zelosos, que clamaban con ardor para que volviese al camino de la ley que parecía abandonar, mi corazón se resistía a escucharlos, y buscaba razones para disculpar la conducta de V. E. Mucho tiempo batallaron en mi espíritu las razones profesan que los persuadían que V. E. estaría siempre por los principios que profesan los hombres libres de Colombia; y que sostendría un gobierno popular, representativo, alternativo, y electivo; y los hechos que convencen que V. E. ha abandonado sus primeras ideas, y se propone darnos una monarquía disimulada envuelta en esterioridades republicanas. Los primeros procedimientos de V. E., sus promesas, sus Juramentos su reputación y su gloria, eran los garantes que teníamos para creerlo primero. Y la cadena de los hechos desde la publicación de la constitución de Bolivia hasta estos últimos días, son las razones, que según la atención con que se examinaban, y el grado de confianza que en V.E. se tenía han ido convenciendo sucesivamente à todos los colombianos, que V.E. ha renunciado à los principios, que Colombia, la América y los hombres libres de toda la tierra profesamos.


Yo quiero, Sor. Exmno., hacer à V. E. una sucinta relación de algunos de los hechos más públicos y conocidos, que manifiestan lo que V.E. se propone con respecto à Colombia, y que al fin me han decidido à abrazar el partido que acabo de tomar. Comienzo por la constitucion de Bolivia. V. E. sin duda expresó en ella el sistema de gobierno que creia más conveniente para Bolivia, el Perù y Colombia; pues que V. E. obligo al Peru à que la aceptase, y la propuso a Colombia como el único medio de salvarla de la anarquía en que se procuraba ponerla. Que V.E. haya obligado al Perù a recibir esta constitucion es cosa que nadie duda, al ver el furor con que aquel pueblo se apresuró a despedazarla inmediatamente que halló una ocasión oportuna: el enojo con que queria tomar venganza de este ultraje, provocàndonos à una guerra de que nadie ha sacado otras ventajas que ver los males de sus adversarios; y no contando por nada las pruebas que contra V.E. han amontonado los escritores de aquella nacion. Es igualmente cierto que V.E. intentaba establecerla en Colombia: pues todo el mundo ha visto el oficio dirijido por el Secretario general de V.E. à las autoridades de Guayaquil, la carta al Sr. Cristobal Mendoza, y otros muchos documentos que lo comprueban; y que V.E. hasta ahora no ha desmentido. Y siendo el Presidente vitalicio é irresponsable que aquel codigo establece un verdadero monarca, que tiene facultades de que los reyes mismos carecen, tal es la de nombrar sucesor: es claro que V.E. se olvidaba a de los principios liberales que la América ha adoptado, y que V.E. ha jurado tantas veces sostener. El clamor unanime que en toda la República se levantó contra este codigo debió manifestar à V.E., cuanto aborrece Colombia las ideas políticas en el espresadas; y que continuando la marcha constitucional, que entonces seguia, no era posible que se resolviera jamas à dejar dejar una Constitucion liberal, para abrazar otra que ya detestaba.


Entonces, V. E. valiéndose de los movimientos de Venezuela, que no tenian otro pretesto que la administracion del Vicepresidente y los deseos de reformas, y que comenzaban ya à calmar, enviò a Leocadio Guzman con cartas credenciales para que a nombre de V. E. invitase los pueblos à la rebelión y a la anarquia, haciéndoles desobedecer la Constitución de la Republica y proclamar la de Bolivia, y à V. E. dictador: hecho comprobado con la esposicion del Sor. Argote que hacia de intendente del Istmo à la llegada de Guzman, con la acta de la municipalidad de Panamà y con otros varios documentos que no han sido contradichos. A todos se hizo patente la influencia de V. E. en el trastorno de la República al ver las ciudades pronunciarse al transito de Guzman, en sentido contrario de lo que pocos dias antes, habían espresado. Es necesario, Sor. Exmo., que V. E. tuviese la resolucion mas decidida de sustituir a las instituciones liberales que rejian à Colombia otro sistema de gobierno, que es sin duda el espresado en la constitución boliviana, para poner en fermentacion la Repùblica, valiéndose de medios que tantos males nos han causado, y cuyo ejemplo será siempre funesto en lo futuro.


Se presenta V. E. en Colombia, y no hallando entonces pretesto los trastornadores del Estado para continuar despedazando la República, la quietud y el orden renacen en todas partes. No hay quien no esté persuadido que el haberse puesto V.E. entonces á la cabeza del gobierno como Presidente constitucional, habria bastado para que el buen órden , continuase, sin necesidad de medidas estraordinarias, que nos han arrastrado à la dolorosa situacion en que nos hallamos. ¡Cuàntos males nos habria evitado V. E.! Pero lejos de ponerse de parte de las leyes sostener una Constitucion que en casi toda la Repùblica se defendia con ardor, contra la cual nada habian podido probar los que pretendian reformas, y que no tenia parte alguna en los males que sufrian los pueblos; y que eran nada en comparacion de los que, han esperimentado despues de roto el codigo de las garantias: V.E. promete que la Constitucion serà violada, y que se reuniria una gran convencion, que quizà se esperaba sancionaria el código que se ofrecia à Colombia. Este acto que los poco ilustrados en el verdadero estado de la República, creian necesario en aquellas circunstancias, habria sido disimulable, si la conducta de V. E. en esta época no hubiera manifestado otra cosa. Pues cuando terminado el periodo de su primera presidencia, y no habiendo prestado aun el juramento que la Constitucion exijia para tomar posesion de esta misma magistratura, para que habia sido segunda vez electo, V. E. obraba como un dictador, ó sea como un Presidente con facultades estraordinarias, no teniendo entonces antoridad alguna por la ley; y haciendo al mismo tiempo en sus renuncias las protestas mas espresivas de odio al mando y deseos de separarse de él. El congreso aterrado entonces por la, autoridad absoluta conque V.E., à despecho de la opinion y de la ley obraba en todas partes, no hacia sino plegarse à sus deseos. El se negó a admitir, la renuncia de V.E., y convino en que la gran convencion, se convocara; à pesar de la resistencia de los mas zelosos e ilustrados representantes, que despreciando el miedo sostuyieron , con valor las instituciones fundamentales de su patria. Si el romper una Constitucion, y negarse un pueblo entero à cumplir sus juramentos con el pretesto de leves inconvenientes, es el ejemplo mas funesto para la posteridad: no es menos cierto que, las públicas violaciones de las leyes fundamentales de un estado, hechas sin rubor por el primer magistrado, es el medio mas seguro de arrastrar an pueblo a la desobediencia y al desprecio de las instituciones, à la rebelion y à la anarquia.


Despues de haber dejado en quietud à Venezuela, V. E. volvió à la capital de la República, en donde hizo aprobar por el congreso los decretos que habia espedido; no obstante ser la mayor parte de ellos contrarios à la Constitucion. Durante el tiempo que V.E. permaneció en aquella ciudad cuando las leyes y la Constitución debian rejir, y todos los ciudadanos debian prometerse a su sombra la mas perfecta seguridad; sucediò todo lo contrario à los que habian manifestado, ó se creia tenian ideas opuestas à los proyectos de V.E. Es verdad que V. E. no mandaba por decretos perseguir à nadie; pero una tropa de militares, à cuyas ordenes estaba la fuerza armada que, habia en aquella ciudad y que algunos de ellos eran de la comitiva de V.E., rompian las imprentas, maltrataban à los impresores, perseguian con insultos y amenazas à los escritores publicos, y, à todos aquellos cuyas ideas liberales eran mejor conocidas, hasta llevar su insolencia a ultrajar de un modo brutal e  ignominioso a los ciudadanos mas respetables. Tamaños atentados que no se habian esperimentado hasta entonces, tenian por objeto reducir á un profundo silencio por medio del terror a los republicanos zelosos, que no podian con razones combatir. Al fin lo consiguieron, pues seria una temeridad insensata querer hacer frente a la fuerza con razones.


Llegada la época señalada por el congreso, se reunio en Ocaña la gran convencion, que sin embargo de haberse convocado contra la constitucion, era mirada por toda la nacion como el último asilo de la libertad. Y V. E. lejos de permanecer retirado de esta corporacion sin mezclarse en cosa alguna relativa à sus decisiones; con pretesto de pasar à Venezuela, parte de la capital, y acercandose à Ocañia todo lo posible, establece su cuartel general en Bucaramanga; envia sus edecanes à la convencion; y contando con tropas en Bogotà, en Mompox y Cartagena, parece tomar una aptitud ostil y amenazante contra este cuerpo, que en aquellas circunstancias en que todos estaban temerosos de V. E. , necesitaba para deliberar con libertad que que no hubiese ni el menor indicio que le inspirase desconfianza. 


A varios representantes cuyas ideas liberales eran muy conocidas se les negaron los auxilios para su trasporte à Ocaña. Al fin V. E. mismo pretendiendo hacer recibir en la convencion algunos de los electos, que ella a quien únicamente tocaba el calificar sus miembros, no habia querido admitir, por no concurrir en ellos los requisitos necesarios. Parece que se creia con autoridad bastante para disputar sus resoluciones al cuerpo constituyente de la nacion; y que desconocia que este obraba soberanamente. V.E. protestaba sostener sus decretos contra la convencion; que era lo mismo que protestar desobedecerla sino obraba conforme à sus determinaciones. Y no siendo V. E. sino el Presidente encargado del poder ejecutivo, es claro que no tenia otra autoridad para oponerse a la convencion, que la que le daba la fuerza de que disponia. Yo no puedo, Sor. Exmo., comparar la conducta de V. E. en esta ocasion, con aquel comportamiento respetuoso que guardaba con los congresos constituyentes de Guayana y Cucuta, sin quedar persuadido que ha habido en V.E. un cambio absoluto de principios y de miras. La brevedad de esta carta no me permite detenerme à referir todos los hechos, que hicieran reprensible la conducta de V.E. con respecto à la convención nacional. Dejemos aqui su relacion, sin recordar siquiera el modo con que fué disuelta aquella corporacion; demos una ràpida ojeada sobre algunos de los hechos posteriores que han tenido mayor influencia, tales como las actas en que se desconocia la autoridad de la gran convencion, y se elejia à V.E. arbitro absoluto de los destinos de la Republica.


La primera celebrada en la capital el 13 de junio de 1828, es la victoria mas patente de la fuerza contra la opinion. El primer indicio que el pueblo tuvo de este acto, fueron los rumores que el 12 por la noche comenzaron a correr de que el batallón Várgas, que  formaba la principal guarnicion de aquella ciudad, se habia municionado, y estaba preparado para hacer el 13 una revolucion; como esta noticia era esparcida por algunos oficiales de, aquel cuerpo, y por personas que debian tener conocimiento de los negocios públicos, nadie lo dudaba. El 13 aparece una proclama del intendente del departamento, en que suponiendo una proxima invasion de los españoles; una decision abierta en la gran convencion à desoir el voto de los pueblos; y una completa, determinación en V.E. á dejar la Republica abandonada a sus angustias: convoca a los padres de familia a una junta, para resolver lo que era necesario para salvar la Republica de la supuesta anarquia en que debia quedar. Los sugetos mas respetables capaces de discurrir sobre un punto tan importante, aterrados con los preparativos, de la fuerza se abstuvieron bien de concurrir, temiendo ser atropellados; y aun los menos advertidos se abstuvieron de asistir, porque todos temian el ultraje de la fuerza armada; pero el intendente habia convidado particularmente a las personas mas conocidas por sus ideas antiliberales; y los partidarios interesados del absolutismo habian recorrido los campos, y juntado algunos hombres que no tenian quizà ni noticia de que existiera una convencion y mucho menos del estado de las cosas. Era con estas personas que el acta se debia hacer. A pesar de la resolución manifiesta que habia de obligar al pueblo por la fuerza à aceptar y firmar la acta que se llevaba preparada, no faltaron ciudadanos eminentemente zelosos, que tomaron la palabra para oponerse a aquel acto; pero no se les dejó discurrir, permitiéndoles únicamente dar su voto; mientras que los que iban preparados para defender el atentado se les dejaba hablar cuanto querian. Al fin las ideas espresadas por el intendente, y consignadas en el acta que iba redactada, y que se finjió escribir alli, se sancionaron: ellas estaban reducidas a desobedecer todo lo que dimanase de la convencion, y revestir à V.E. de facultades indefinidas para gobernar la Republica. Jamas se ha visto al pueblo plegarse con mas repugnancia al imperio de las bayonetas. Todos temieron por las personas liberales que se habian espresado contra el acta, y muchas de ellas fueron insultadas y perseguidas por aquella turba de militares de que ya he hablado. Me he detenido en los pormenores de esta acta, porque todas las que se celebraron en la Republica con mas o menos violencia se hicieron de la misma manera; y porque es en virtud de estas actas que V.E. gobierna hoy a Colombia con un poder ilimitado. Mas siendo estos actos contrarios à la Constitucion que entonces rejia, y que no había motivo alguno para desobedecer: siendo á mas de esto falsos los principales hechos que los motivaban; y habiendo sido arrancados por una violencia escandalosa, es evidente: que son por muchas razones nulos; y que lo es igualmente a autoridad que por ellos se intentaba dar á V. E., a de la cual se sirve hoy para gobernar de un modo absoluto toda la Republica. Es pues por tanto un deber de todo ciudadano negarle la obediencia.


Cuando los hechos que acabo de referir a V. E. y otros muchos cuya relacion me haria casi interminable, me habian convencido de que V. E. abandonando sus primeras ideas piensa en dominar la patria: recibi del General Carmona la noticia de que los restos del éjercito del Sur, de donde el venia, y la mayor parte de los representantes de aquellas provincias estaban abiertamente resueltos a que V.E. se ciña la corona, como el único medio de conciliar el buen órden y estabilidad de la República.


Yo he creido, Sor. Exmo., que en estas circunstancias no podia permanecer mas tiempo espectador tranquilo del oprobio de mi patria sin traicionar mis juramentos, faltar vergonzosamente a mi deber. Todos hemos jurado sostener la libertad de la República bajo un gobierno popular, representativo, alternativo y electivo, cuyos magistrados deben ser todos responsables; y sin renunciar al honor no podriamos prestar nuestra aquiescencia à la continuación de un gobierno absoluto, ni al establecimiento de una monarquía sea cual fuere el nombre del monarca. Por lo que cediendo à los gritos de mi deber, y a los clamores de estos pueblos, que ardiendo en amor à la libertad, me llamaban con ansia para que puesto à su cabeza los conduzca por el camino de la ley: he venido á esta provincia en donde el pueblo invocando la libertad, y desconociendo el gobierno de V.E. como nulo adquirido únicamente por la fuerza, ha proclamado la Constitucion de Cúcuta. Yo he jurado con todo este pueblo sostenerla, y morir antes que sufrir la tirania en Colombia.


Cuando obedeciendo à las ordenes imperiosas de mi honor he abrazado la resolucion que acabo de manifestar à V. E.; yo me he hallado en la situacion mas amarga; la estimacion, el afecto, y los particulares favores que V. E. me ha dispensado siempre; el respeto y este sincero amor, que me animan hacia la persona de V. E. han combatido fuertemente mi pecho. Mas ¿qué sentimiento habrà que no calle à la voz del patriotismo que habla à un corazón inflamado por el fuego santo de la libertad? Bruto en el Senado condenando à muerte à sus dos hijos, por salvar la libertad de Roma, puede ofrecer á V. E. una imágen de la que mi espíritu ha sufrido, al empuñar la espada para contener la marcha con que V.E. se apresura à encadenar mi patria.


Yo parto al Cauca, en donde aquellos pueblos ostigados de un gobierno absoluto y penetrados de amor por la libertad, me esperan anciosos, para sacudir el yugo. Todos mis proyectos se encaminan a que se restablezca el orden constitucional. No es mi animo atacar a V. E.; pero si se pretende obligar por la fuerza a estos pueblos a volver al yugo de un gobierno arbitrario, que acaban de romper, yo sostendré su libertad hasta con la última gota de mi sangre; aunque me sea muy doloroso dirijir las armas contra V. E.


Dígnese V. E, aceptar los sentimientos de mi estimación y sincero afecto.

José María Córdoba,

RIONEGRO:
En la imprenta de Manuel Antonio Balcazar: año de 1829.--20.


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